jueves, 7 de diciembre de 2017

HABLANDO DE CORRUPCIÓN...




Seguramente pensareis que me repito hablando sobre corrupción política, y es cierto. Pese a caer en ese aparente desacierto, nunca me cansaré de manifestar mi total repulsa hacia ese supuestamente “distinguido colectivo”, mientras siga habiendo políticos especializados en vaciar las arcas públicas, y partidos políticos amparando sus fechorías en contra de los intereses generales del pueblo que los sostiene.
Quiero aclarar que cuando hablo de partidos corruptos, me refiero a los partidos nacionales que lideran el ranking por volumen de dinero supuestamente saqueado del erario público. Por ejemplo, el número de la selección  lo encabeza el Pp. que según las estadísticas consultadas, lleva defraudados alrededor de 121.695 millones de euros, solo el año pasado. Lo sigue el Psoe con 10.618 millones. El CIU de Pujol y Más, ahora CDC, va a la zaga con 5.385 millones escamoteados. Lo extraño del caso es que el Pp. “solo” tenga 900 políticos imputados por corrupción, seguido del Psoe con 350 imputados, de los cuales 162 son ex cargos políticos andaluces, cuya comunidad “presume” de ser la más corrupta del país, seguida por Baleares en la época de Jaime Matas. Ante este panorama de estafas, fraudes y mentiras, tenemos al que se supone guardián del tesoro, el Banco de España, que lejos de cumplir su cometido, al menos en apariencia y con el consentimiento interesado del gobierno y demás agencias de observación, vulnera su función de vigilancia y control, protegiendo con su indiferencia a los grandes estafadores.
Para intentar proteger su impunidad, los políticos no se cansan de repetir porque les interesa, que la sociedad española lleva en sus genes más inclinación que cualquier otra por la corrupción. Es otra de sus cobardes mentiras. Lo que sucede es que los partidos políticos en colaboración con otras instituciones, donde no faltan las religiosas, han creado una atmósfera de relativa impunidad que está alcanzando unos límites impensables, y utilizan una desmedida doble moral para juzgar las grandes oligarquías formadas por el poder político y otras entidades que controlan los medios de comunicación y el poder judicial. Entre todos se han adueñado de la estructura general del estado corrompiendo el sistema para garantizar de esa forma sus ilimitados beneficios y su permanencia en el abuso indignante del patrimonio público.
Es fácil entender que esta camarilla de políticos miserables que dicen ser “progresistas”, no pasen de ser unos simples oportunistas sin dignidad ni ideales que están prostituyendo la política. A nadie puede extrañar que estos políticos pancistas y arbitrarios estén pésimamente valorados en su propio país, entre otros motivos, porque carecen de principios y únicamente satisfacen a sus propios intereses y a los partidos que les protegen.
Está claro que a la casta política de ninguna manera les interesa acabar con la corrupción, que se podía corregir a largo plazo disponiendo de una buena educación ciudadana dirigida a corregir estos defectos sociales, pero en vez de hacerlo, se aprovecha de ella porque saben que están protegidos por los organismos que ellos mismos han creado para el caso. Este desagradable ambiente de corrupción sistémica puede hacernos pensar en una situación irreversible y que las cosas deben ser de esta forma aunque esto no es así de ninguna manera y como todo, tiene un límite.
No me cabe la menor duda que si hubiera forma de hacer que los políticos devolvieran todo el dinero público que nos han robado, se podría saldar la deuda pública en su totalidad y favorecería  el bienestar general de los españoles. Pero esto está por llegar. Pese a lo que nos cuenten, mientras exista el mercadeo político, los pactos interesados entre partidos y una ilusoria oposición, se alargará el plazo para que los españoles podamos gozar de una verdadera democracia.
Yo por lo menos así lo creo.

Saludos, Miguel.