Suceden
cosas que por su propia relevancia mediática no tengo más remedio que discutir,
veréis: El gobierno, el que hoy por hoy tenemos en España, ha rescatado a “bombo, platillo y pandereta”, a un
señor cura que estaba voluntariamente ejerciendo su apostolado evangélico,
allende por tierras africanas, y que está gravemente afectado por el terrible
virus del ébora. Esta es la noticia que hemos conocido y que los medios, con el
fin de desviar nuestra atención sobre otros asuntos que nos afectan más
directamente, se han encargado de propagar.
Llegado
a este punto, yo como muchos españoles que nos vemos mal para llegar a fin de
mes con nuestros cada vez más precarios salarios, nos preguntamos, ¿quién costeará los gastos del rescate?
Bueno,
pues el señor Rajoy nos ha sacado de dudas, ha dicho que pagaremos los mismos
de siempre, o sea papá Estado, ¡faltaba
más! Este traslado debe valer por lo menos un güevo y parte del otro,
porque un avión convenientemente equipado para el caso, aunque pertenezca a las Fuerzas Armadas, incluidos
sus nueve tripulantes y añadiendo toda la parafernalia de la organización, nos cuesta
una pequeña fortuna. También les acompañaban otras cinco personas entre médicos,
enfermeros y personal técnico para garantizar el traslado de un solo enfermo,
porque recordemos que la monjita
guineana que acompañó al sacerdote tiene pasaporte español y aprovechó el viaje
para ponerse lejos del peligro ya que no está contagiada, eso sí; estuvo lista
para abandonar en Liberia a las demás compañeras de congregación. Hay que
señalar que hay más personas de su mismo grupo religioso infectadas por el
virus,que quedaron en el mismo hospital de Monrovia donde estuvo el cura, de
las cuales ya murieron dos. Ni caridad cristiana, ni humildad, ni leches.
Por una vez, y que no sirva de precedente, estoy de acuerdo con la ministra de
Sanidad “… hay que ser solidarios pero
no tontos, no se puede evacuar a todos los infectados, entre otras cosas porque no son españoles”.
Señora ministra, no hace mucho tiempo hubo en
Argentina una señora española con ganas de trabajar que llegó allí huyendo de nuestra
crisis, la cual enfermó no recuerdo de qué infección contagiosa, y ustedes
denegaron su repatriación porque costaba más de 100.000 euros.
Aviso
a navegantes: Para más seguridad, los españoles que vayan a trabajar al
extranjero deberán hacerlo con una Biblia en la maleta.
Este
despliegue de personas y medios debe costar muchos millones que saldrán de las
arcas públicas, todo un montaje para evacuar a dos personas. A esto hay que añadir que tuvieron
que mandar al hospital de La Paz a los veinte enfermos que estaban ingresados
en el hospital Carlos III y rehabilitar una de las plantas que permanecía
cerradas por falta de recursos desde el comienzo de la crisis para atender a un único contagiado. Debieron establecer una nueva infraestructura para experimentar
con prudencia un nuevo método curativo eficaz, puesto que esta enfermedad es
aquí prácticamente desconocida. Improvisar de prisa y corriendo un equipo
médico más o menos eficiente con algún conocimiento en esta clase de
infecciones. Organizar un sistema de seguridad en
el entorno, capaz de prever cualquier anomalía que pueda dar origen a una
posible expansión del virus fuera de la planta, etc. ¿Era necesario tanto gasto? En fin, que el gobierno se ha buscado
otro método para justificar una nueva sangría para las mermadas arcas públicas,
pero… ¿y lo bien que han quedado ante el mundo
mundial y el clero?
Como
recordareis, no hace mucho tiempo que este mismo gobierno aprobó una Ley por la
cual los españoles que lleven más de tres meses fuera del país en busca del
trabajo que aquí no encuentran, perderán
automáticamente el derecho a la medicina legal “gratuita” que ofrece la
Seguridad Social. ¿Le aplicarán
también esta Ley a este religioso que lleva años predicando por ese mundo de
Dios? Si no fuera así se trataría de un tremendo error comparativo que
debería ser reprobado por todos los españoles.
Aún
tengo en la memoria cuando los técnicos sanitarios bajaron al cura del avión,
aquí en la base de Torrejón. Fue un espectáculo digno de recordar. Tanta
protección y tanto protocolo para ver unas personas enfundadas en vulgares
monos de trabajo con capucha, y mascarillas de papel artificial como aquellos
que llevaban los voluntarios que retiraban el “chapapote” en las playas de Galicia.
Por trágico que sea, pareció una pantomima. Parecían salidos de un cómic de
Mortadelo y Filemón. Daba por hecho que el protocolo a seguir en un caso de
protección bacteriológica, obligaría a todo el personal sanitario en contacto
con los infectados, a vestir con fundas estancas selladas y casco con
respirador individual. Por un momento olvidé que estamos en España, mucha apariencia
por fuera y mucha mugre por dentro.
Ante
todo he de decir que me alegra saber que
alguien se preocupa por la salud y seguridad de los españoles, de todos
aquellos que prestan servicio lejos de su país, y hacer constar que no tengo nada
en contra de este cura por el que tengo un gran respeto, es más, siento el dolor que estará padeciendo, que supongo que será más o menos
el mismo que sufren las miles de personas infectadas que dejó desperdigadas y
sin recursos por tierras africanas. Lo siento por todos, también por el
personal sanitario español voluntario de ONGs, contagiados en ese
África u otros países del mundo, y que no son repatriados.
Al
término de este informe, se ha hecho pública la noticia, que este buen misionero
ha fallecido. Lo siento, pero lo escrito, escrito queda.
En este caso, los esfuerzos no sirvieron de nada. El
fin no justificó los medios.
Saludos, Miguel.