Rajoy
sí o no.
Ya van seis y la cuenta aún no se ha detenido. Seis
meses con un gobierno en funciones que no desempeña función alguna, ni ellos ni
tampoco la oposición. Es como si estuvieran en el paro, pero recogiendo sus
ganancias. Esta inmoralidad institucional, a mi entender, tiene mal arreglo
porque los líderes de los partidos en liza solo piensan en barrer para dentro
buscando sus propios intereses sin importarles lo más mínimo el bien de España
ni el de los españoles.
Como es común en él, Rajoy manipula, coacciona,
amaga, y trata de disimular su cobardía detrás de su máscara de insensible
impunidad, mientras sus voceros nos recitan que “… trabaja muy intensa y
discretamente”. Amenaza con llevarnos a unas terceras elecciones
pensando tal vez que el cansancio de los votantes impida acercarse a las urnas.
Saben que estas circunstancias no se darían nunca con los votantes incondicionales
del Pp. que siguen fanáticamente las consignas de sus líderes. De esta forma
lograría sin esfuerzo la mayoría que necesita para cumplir con su obsesivo
deseo: volver a sentarse en su cómodo sillón en la Moncloa. Sin embargo puede
darse el caso que se invierta la tendencia alcista de la casta genovesa, y
fuesen los votantes contrarios los que, asqueados de tanta maniobra hipócrita y
fascista, quienes recuperasen los votos desperdigados entre otras opciones, para
finalmente conseguir un gobierno más o menos democrático y mandar a los
genoveses al lugar donde se merecen y que por el bien de España nunca debieron
salir.
Uno de los asuntos más trascendentes en este estado
de parálisis gubernativa que podría desatascar el actual período de crisis
institucional que tiene secuestrado al país, sería reformar la Constitución en
los capítulos que hacen referencia al sistema electoral y establecer de una vez
por todas una segunda vuelta como
tienen la mayoría de los países europeos, listas
abiertas, y que el voto de cada persona tenga el mismo valor en Cuenca que
en Zaragoza. No puede ser democrático que para conseguir un escaño en Soria
sean necesarios 40.000 votos, y sin
embargo en Vizcaya 100 votos son
suficientes para conseguir el mismo escaño. Si algo no debemos tolerar es ir a las urnas cada seis meses porque los
resultados no contentan a ningún partido.
Este bloqueo de intereses partidistas debería ser
corregido por el Rey a través de un Real Decreto. En circunstancias como la
actual, donde los partidos políticos son incapaces de llegar a un acuerdo, el
Rey debería establecer qué partido es el más idóneo para gobernar en determinados
casos. Aunque me temo que esta reflexión no es posible sin modificar la
Constitución, y para ello sería necesaria la aprobación de dos tercios de las
cámaras, (Congreso y Senado) y me malicio que los señores diputados no están
por la labor.
Yo plantearía otra sencilla solución para desatascar
el procedimiento: imitar el sistema que utiliza
el Vaticano para elegir Papa. Encerrar a todos los diputados en el
Congreso, y no dejarles salir hasta que lleguen a un compromiso serio y
unánime.
Más sensata me parece la idea expuesta por la
diputada canaria Ana Oramas para tratar
de desbloquear la situación: la “abstención
activa”. Se trataría de la abstención masiva de todos los diputados de la
Cámara en la primera votación para la investidura de Rajoy. Esta original
propuesta obligaría al Pp. a gobernar en
minoría, y forzaría a su gobierno para negociar cada uno de los proyectos que
quiera establecer durante el tiempo que durase su legislatura. Sería una buena
jugada.
Para terminar diré que en España faltan muchas cosas,
pero si algo sobra son falsos líderes y políticos oportunistas y corruptos.
Faltan auténticos políticos con probada visión de estado, y un mínimo ejercicio
de responsabilidad para desbloquear esta obstinada situación que no conduce a
ningún sitio.
Saludos, Miguel.