En España hay más de 1’5 millones de jóvenes entre los 15 y 29 años sin estudios ni trabajo. Estos jóvenes pertenecen a la
llamada “Generación Perdida”.
El hecho de no querer estudiar ni
trabajar puede tener explicación en el desanimo que muchos de nuestros jóvenes
sienten ante las escasas posibilidades que tienen hoy ante las déspotas imposiciones
del actual mercado laboral y el sentimiento de frustración que debe provocar la
ausencia de motivación añadido a la falta de oportunidades.
Parte
de culpa la tiene el resultado de que los padres les hayan permitido todos los
caprichos en vez de educarlos en la cultura del esfuerzo.
Cuando los padres les daban todo lo que los niños pedían, dejaron de pensar que
la comodidad que disfrutaban podía acabarse cualquier día. Aquellos niños
crecieron y se hicieron hombres. Ahora se niegan seguir estudiando con la
excusa de que con tanto paro juvenil, los estudios no sirven para nada y no les
falta razón, pero deberían saber que un
gran porcentaje de ellos, debido a su bajo nivel educativo, tienen pocas
garantías de éxito en su búsqueda de empleo. No obstante desoyen los
consejos de sus mayores, viven aburridos y deben sentirse incómodos sin hacer
nada; en el fondo están insatisfechos y culpan a los demás de su fracaso. Alguien les debería explicar que sus
abuelos dieron su sangre por tener una vida mejor, sus padres lucharon en la
calle y algunos estuvieron encarcelados para mejorar la situación laboral,
educativa y sanitaria del país para poder ofrecer un porvenir digno a sus hijos.
Ahora apenas les queda fuerzas para enfrentarse a la casta política, financiera y empresarial que ayudada por unos
sindicatos ineptos y corruptos nos despojaron de nuestros derechos y bajaron
los salarios permitiendo que la patronal nos esclavice sin apenas protestar.
Pensaron que ellos, los jóvenes, pelearían por reconquistar los derechos que miserablemente
les robaron. Se equivocaron. Esta
generación que nació en buena cuna no hace nada por obtener algún beneficio, se
han acostumbrado a la vida fácil, se han
vuelto demasiado conformistas y comodones, para exigir con fuerza pero sin
violencia sus derechos fundamentales. Tienen derecho a vivir en un país que les
garantice cuando menos, una sanidad pública gratuita y una jubilación digna, a
pesar que este injusto gobierno desprecia una razón esencial que debería servir
como referencia política general, me refiero al código ético obligatorio a
todos los partidos políticos.
Viendo las estadísticas de los jóvenes
parados, sorprende que siendo España el país europeo con mayor porcentaje de
emigrantes, que son ya más de 5
millones, ningún político asuma la responsabilidad de enfrentarse directamente
con el problema. Esto debe estar motivado principalmente por temor a ser
acusado de racista y xenófobo, aunque trate de exponer que la causa está
motivada por la falta de empleo, sin argumentos raciales, étnicos o culturales
que justifiquen lo contrario. Controlar
la inmigración no es cuestión de racismo ni xenofobia, es sentido común y
preocupación por los ciudadanos de su país como hacen en otros estados europeos.
Aquí ya no pueden entrar más inmigrantes,
falta trabajo para todos, los servicios sociales están desbordados y carecen de
recursos para atender a los españoles que también lo necesitan. Si realmente
los políticos quisieran ayudar a nuestros jóvenes, deberían empezar controlando
a inmigración.
¡Basta ya de acusar a los demás,
despertad de vuestro letargo y enfrentaros con los verdaderos culpables!
Os saluda, Miguel