Es imposible ser más egoísta que el
gobierno de Rajoy que con la mayoría que obtuvo en el Senado, pretende vetar la
subida del Salario Mínimo aprobada por las Cortes. Con esa maniobra trata de
ahogar más aún al castigado ciudadano medio, que por lo visto es el único
culpable de la crisis. La consecuencia de esta decisión es que no vamos a tener
suficiente dinero para pagar la luz, el gas, el IVA, el IBI, el IRPF… la
hipoteca o el alquiler, la educación de nuestros hijos, el copago farmacéutico,
y si queda algo hacer al menos una comida decente al día. Esto es lo que
nuestro presidente y su camarilla piensan hacer con el pueblo que les llena la
andorga. A esto hay que añadirle el rescate de los bancos, la deuda desorbitada
que dejaron en las comunidades y ayuntamientos que gobernaron, y ahora el de
las autopistas. También tendremos que pagar la subida del recibo de la luz que
con alevosía y nocturnidad autorizaron el día de noche buena. Como si las economías familiares no estuviesen
ya suficientemente explotadas.
¡¡Manda güevos!!
Resulta que durante los felices años de
“vacas gordas”, nuestros gobernantes de turno se sumaron a la orgía de la
construcción; trenes de alta velocidad, aeropuertos, y asfaltando sin
discreción y poca lógica a medio país, con la única intención de favorecer al capitalismo de amiguetes y
recoger “donaciones”. Para conseguir que sus “clientes” no sufrieran
pérdidas, los políticos de turno tuvieron que crear leyes específicas, ya que las
autopistas se hicieron por el método de “concesión
pública”, o sea, que los constructores tienen derecho a explotarlas
comercialmente durante muchos años, (algunos tienen
contratos hasta de 40 años).
Hasta aquí puede valer, pero ahora viene lo bueno: cuando dicha concesión no resulta rentable para el constructor, el
Estado debe quedarse con la obra, y en consecuencia, indemnizar a las empresas
concesionarias. El resultado para las constructoras viene a ser algo así: “…si
sale cara, gano yo, y si sale cruz, pierdes tú”. Es lo más parecido a
una estafa pero legal.
La desordenada organización financiera
causada por las prisas de ganar dinero rápido, más una abultada sobrevaloración
en los costes, y un cúmulo de “errores” perfectamente calculados, han derivado ahora
en la liquidación de algunas autopistas que por su elevado precio pocos
utilizan, y por lo que se oye, el coste de la jugada para las agotadas arcas de
Hacienda será alrededor de 2.000
milloncejos, que tendremos que pagar entre todos. Pero esto no quedará aquí. La
cuestión es que una vez rescatadas y saneadas con nuestro dinerito, el gobierno
piensa privatizarlas como ya hicieron en el año 2.003, para que los amiguetes del gobierno que corresponda puedan
“sacar tajada” y repartan ganancias y sobornos con los políticos de turno.
Esto no es algo casual. Se trata de una gestión fraudulenta de
fondos públicos gestionados por políticos corruptos y amparados por una
legislación hecha para el caso. Es una clara perversión del sistema público,
donde el ciudadano pierde su condición y pasa a ser un simple objeto comercial.
El resultado de todo esto es que la deuda contraída por las empresas
constructoras a causa del dinero prestado por la banca, se pagará con dinero
público. Por lo tanto seremos los pocos ciudadanos que pagamos nuestros
impuestos religiosamente, quienes costearemos el rescate más la indemnización,
y si después queremos utilizar las autopistas pagadas con nuestro dinero,
tendremos que pagar el correspondiente peaje. “Mireusté”
Saludos, Miguel.