jueves, 8 de enero de 2015

HIJOS MALTRATADORES


         ¿Existe algo más perverso que maltratar a sus propios padres?
No descubro nada nuevo si digo que la sociedad en la que hoy vivimos está totalmente desequilibrada.
En los últimos años se han multiplicado los casos de hijos maltratadores hasta tal punto, que según los datos que hasta día de hoy he podido recoger, afectan a más de 400.000 familias en España. Esta es una cifra estimada, ya que muchos padres maltratados son reacios a denunciar por temor a las consecuencias penales, o por la vergüenza de tener que confesar lo que sucede puertas a dentro de su casa.
La mayoría de las agresiones, en los casos a los que he tenido acceso, fueron provocadas entre otras, por problemas de abandono escolar y consumo de drogas, al menos esto es lo que dicen los “expertos”. Otros casos son por motivos familiares, donde los padres no ponen demasiada atención en la educación de sus hijos porque han de trabajar muchas horas para poder mantenerlos. Esta violencia de hijos a padres también puede tener su origen en que los padres maltrataron a sus hijos de pequeños, y todos sabemos que los niños guardan en la memoria estos hechos y cuando pueden les devuelven el maltrato. Los jóvenes adolescentes o los adultos jóvenes que han perdido el respeto a sus padres por regla general, suelen ser inteligentes y en la mayoría de los casos provienen de familias y padres normales. La sociedad en que vivimos, la falta de educación cívica y de la abandonada cultura del esfuerzo, también influye negativamente en el crecimiento de este tipo de violencia doméstica.
Un hijo puede pegar a su madre o destrozar todo cuanto le venga en gana, sin que el padre pueda darle una bofetada para que al menos entre en razón. Ahora son los hijos quienes dirigen la vida de sus padres amenazándoles con el consabido artículo 153 del Código Penal porque si el hijo los denuncia pueden ir a la cárcel de tres meses a un año. Si nadie pone algo de cordura a estos lamentables incidentes, este exceso de permisibilidad terminará en una generación de jóvenes injustos, egoístas y maleducados.
Lo peor de esta situación es que toda la culpa no será de ellos; no se puede educar a un hijo en la utopía ni en la fantasía, sino en el realismo. Cuando son pequeños les hacemos creer que la vida es fácil, y cuando se enfrentan al mundo real, el desengaño les hace revolverse contra la familia y la sociedad con la agresividad que ya conocemos.
Hace unos años apenas sucedían estas cosas, la cuestión empeoró desde que los políticos, como siempre, se metieron por medio y junto a los sicólogos y pedagogos, que además viven gracias a esto, inventaron el “maltrato infantil” y prohibieron el “guantazo” puntual. Estos señores pueden decir lo que les venga en gana, pero si les quitan a los padres la poca autoridad que les queda, la estructura familiar puede tener los días contados porque desde que el mundo es mundo, una bofetada a tiempo ha tenido la eficacia de corregir las absurdas iras de cualquier adolescente impulsivo.
No penséis por mis palabras que estoy a favor de la violencia doméstica. Al contrario, jamás alcé mi mano en contra de nadie, y muchísimo menos contra mis hijos. Pertenezco a una generación que se educó en el cariño y la sensatez. El amor infinito que solo pueden dar los padres, y la prudencia suficiente para enseñar a los hijos el respeto a la familia y a la sociedad. Esta buena costumbre de educación familiar, puedo asegurar que aporta excelentes resultados, es más, considero que el respeto a los demás y la educación se debe aprender desde la cuna.
Como conclusión voy a reproducir literalmente parte de una declaración que he leído en la red, escrita por un afligido padre maltratado por su hijo:

“Todo empezó cuando debido a mi trabajo apenas disponía de tiempo para estar con mi hijo. Como me sentía culpable empecé a hacerle regalos. Luego le fui consintiendo insultos, rabietas, malas notas… y me sentía culpable por no saberlo educar. Cuando me quise dar cuenta de que era un malcriado, me encontré frente a un hombre de 25 años que no quiere estudiar; no quiere trabajar, me exige más dinero del que puedo darle, toma drogas, me insulta y ha empezado a pegarme.”

Sin comentarios.


Os saluda, Miguel

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