martes, 16 de enero de 2018

CRISIS A LA CATALANA




Cuando la política alcanza altos niveles de intolerancia, se convierte en “politiqueo”, una especie de enredo que supera con creces las aviesas disputas de una junta de vecinos mal avenidos. Sin ánimo de incordiar, algo parecido sucede en esa parte del país llamado Cataluña, que por mucho que quieran decir, nunca fue una nación, ni nunca tuvieron políticos capaces de liderar un movimiento nacionalista medianamente competente. Tuvieron lo mismo que los demás ciudadanos españoles: unos políticos adoctrinados, corruptos, resentidos y con ansias de revancha.
Por esos lares sucede lo mismo que en el resto de España, lo que sucede es que unos se defienden con todo tipo de argumentos, y otros no sabemos hacer valer nuestros derechos. Todo viene, como no puede ser de otra forma, por una política mal orientada y peor gestionada por unos políticos ineptos. Si fuese realidad el conocido slogan de que “España va bien”, y disfrutásemos de una infraestructura industrial floreciente, alta tecnología, un sistema de ocupación digno, con un reconocimiento mundial del estado español más allá de los catálogos de turismo, con una verdadera atención social, si el gobierno hiciera su trabajo como corresponde, España no sería lo que hoy es: una sociedad mediocre y sin futuro. Si los políticos que nos gobiernan se preocuparan por los ciudadanos lo mismo que por su interés particular y partidista, seguramente no estaríamos hablando de independentismo, y la mayoría de los catalanes, como el resto de españoles, celebraríamos contentos y orgullosos la grandeza de este país. Por desgracia no es así. El paro, la emigración, la falta de motivación de nuestros jóvenes, la indignación por una justicia manipulada, por la contaminación de las instituciones…  unidos a la política del gobierno de Rajoy que va dirigida exclusivamente en beneficio del capital sin que le importe lo que pueda suceder a sus ciudadanos, no es de extrañar que una gran mayoría de catalanes quieran probar suerte con otro sistema de reparto económico, social y democrático.
Pero sucede que el asunto es mucho más complicado de lo que pueda parecer a simple vista, puesto que ahora con todo el gallinero separatista revuelto, todos los partidos pretenden dialogar para pactar la reforma de una Constitución presumiblemente obsoleta, y no cuentan con el freno del partido que ha generado este caos, que además limita sin argumentos cualquier forma de disculpa más o menos honrosa, dando la impresión de no estar al tanto de que el independentismo catalán no dispone de marcha atrás; es como una bola de nieve, cada vuelta que da crece más. ¿Acaso alguien puede creer, aparte de Rajoy y sus secuaces, que con la aplicación del artículo 155 se reducirá el independentismo?
Presumo que estamos en el primer capítulo de un enfrentamiento del que solo uno saldrá vencedor, y que posiblemente será aquel que logre aumentar sus seguidores en las próximas elecciones autonómicas, que según están las cosas, no tardarán en repetirse por enésima vez.
Para terminar recordaré que la Constitución española es la base de nuestro sistema democrático y que mantiene nuestro estado de derecho, que fue aprobada por la mayoría de españoles, incluyendo los catalanes, y como todas las constituciones de los países occidentales, de ninguna forma contempla la separación de una parte de su territorio, por lo tanto cualquier gobierno, sea del color que sea, tiene la obligación de aplicar todas las medidas que nuestras leyes contemplan, para evitarlo.
Veremos en qué termina el asunto… si acaso termina.

Saludos, Miguel.


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