Estamos
viendo cómo los independentistas catalanes tienen más fuerza y poder cada día
que pasa. Las calles están prácticamente tomadas por los llamados CDR, estimulados por el presidente
Torras y protegidos por la policía política catalana. Mientras, el Gobierno
central tiene que soportar sus desmanes con temor porque sin el apoyo
catalanista peligraría el sillón de la Moncloa. Tal vez por esa razón, el
portavoz de Sánchez diga que la violencia callejera de los CDR son “causas asumibles”.
¡Y una leche!
Quieren hacernos creer que en Cataluña no hay
luchas callejeras cuando todo el mundo pudo verlas. Quizás esto se deba a
cuestión de matices y realmente no se trate de luchas callejeras, sino una
especie de guerra de guerrillas sabiamente encubiertas y perfectamente dirigidas,
con libertad de movimiento, maniobrabilidad y total impunidad, sin tiros ni
muertes… por ahora.
Los
separatistas pretenden ganar batallas ejerciendo una violencia justa, que no
deja de ser una estrategia inteligente: conseguir victorias con “batallas” de
baja intensidad, es la mejor manera de lograr propósitos previamente
establecidos. Es una forma segura de obligar al gobierno a tomar una
determinación que favorezca sus planes independentistas. Lo que sucede en este
caso, es que España como Nación no puede rendirse sin más, y ni Sánchez ni el Psoe puede regalar un pedazo de nuestro
territorio a una banda de separatistas fanáticos que no dudan en perjudicar a
una gran parte de paisanos con su violenta actitud sediciosa.
Debido
a esto puede ser que logren el efecto contrario, y la presión contra Sánchez puede
terminar por obligarle a mantener la unidad de España y no tendrá más remedio
que volver a implantar el famoso artículo 155 en toda su extensión, aunque
conlleve la intervención del ejército, el desarme de los Mossos, la disolución
del Parlamento y enjuiciar a los responsables. Solo entonces, los paranoicos
visionarios separatistas de una patria inexistente se darán cuenta que nunca
jamás lograrán romper la unidad de España.
No
obstante es tan necesario como urgente la unidad de todas las fuerzas políticas
para que el Estado en su conjunto pueda hacer frente a esta vergonzosa
situación y lo más razonable sería suspender la autonomía catalana porque según
mi criterio, esto sólo se puede resolver de dos formas: con la unidad de los
partidos constitucionales haciendo un frente común, o en los tribunales de
justicia. Aunque me malicio que esto solo se puede hacer desde un Gobierno
central serio, decente y digno, tal vez con menos titulaciones académicas, pero
con fuerte voluntad política.
Creo
sinceramente que esta delicada cuestión que agravó un partido de derechas con
decisiones inapropiadas, solo se puede solucionar desde la perspectiva de un
partido político de izquierdas realmente comprometido con la justicia, la razón
y la igualdad.
Aun
estamos a tiempo de fundarlo.
Saludos,
Miguel.
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