Algunos españoles somos desconfiados,
creo yo, debido a los muchos acontecimientos por donde hemos pasado desde más
allá de donde puede alcanzar nuestra memoria, que no son todo lo bueno que nos
hubiera gustado. Ser suspicaces es una de las características que nos vienen heredadas por nuestra relación con una historia repleta de invasores que nos
fueron dejando parte de su ADN. Sin embargo, esta condición no siempre es disparatada;
en el caso que me lleva a escribir este artículo, dedicado al político catalán de
moda, Alberto Rivera, es por algo que desde hace algún tiempo me tiene
mosqueado. Trataré de explicarme:
Tengo la sospecha, y creo no ser el
único, que el partido político que preside este simpático personaje, nació como un proyecto de laboratorio
maquinado por los celebritos que integran la Fundación que preside el señorito
Aznar, con la intención de contrarrestar los pésimos resultados electorales
del Pp. en Cataluña y tratar de equilibrar la balanza nacionalista con la
finalidad de restarle unos cuantos votos. No obstante, en vista de la excelente
aceptación mediática y electoral que ha tenido este partido en España, han aprovechado
la oportunidad para lanzarlo al estrellato nacional.
Este
joven amable que en su día ganó un concurso de oratoria, intenta con su
discurso ambiguo atraer a la izquierda descontenta y a la derecha cabreada con
el inmovilista Rajoy, que seguramente votarán cualquier cosa
que no sea Pp&Psoe. Al parecer,
este joven político que según dicen fue adoctrinado en el “ala derecha” de las
filas peperas, por mucho que pretenda ocultarlo, no puede negar su simpatía por
la extrema derecha de la que fue militante, llegando incluso a tontear
en ocasiones con las juventudes falangistas para igualar fuerzas en las manifestaciones
contra los radicales independentistas de su comunidad. Esto puede indicarnos que es un
cachorro de la misma camada. Al principio pensé que sería, “pecadillos de
juventud”, pero no tardé en darme cuenta que no es casualidad que este señor
llegase a la política con viejos pensamientos fascistas disfrazados con una falsa
apariencia centrista. Todo es parte de la misma mentira que él mismo manifiesta
cuando ponemos atención a sus discursos.
Este
joven político sabe esconder sus verdaderas intenciones tras una retórica vacía
que intenta no salirse de un guión dogmático predeterminado, basado en lo
políticamente correcto, que dice exactamente aquello que su público desea
escuchar, dando la sensación de ser una persona creada única y exclusivamente
para hacerse un hueco en la política en defensa de sus patrones.
Naturalmente
esta hipótesis no pasa de ser una simple opinión de censura provocada por una
persona desengañada de unos políticos que no dudan en cargar el esfuerzo para
tratar de paliar la crisis sobre las personas que menos ayudaron a estimularla,
mientras ellos se llenan los bolsillos con el dinero de sus impuestos.
¡Que no nos vuelvan a engañar!
Saludos, Miguel.
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