martes, 4 de abril de 2017

HIJOS DE LA CRISIS



Cuando España nadaba en la ficticia abundancia inmobiliaria, muchos jóvenes dejaron sus estudios para subirse al carro de la construcción atraídos por una sustanciosa paga. Cualquier peón sin preparación alguna podía cobrar 1.400 euros, que hoy no cobra ningún oficial cualificado.
Abandonaron los estudios atraídos por una atractiva oferta de trabajo que no exigía más que tener dos manos para colocar ladrillos o echar arena y cemento en una hormigonera. Fueron víctimas del prematuro abandono de los estudios para seguir el “canto de sirena” de un trabajo bien remunerado. La mayoría de estos muchachos ni siquiera tuvieron ocasión de terminar la enseñanza primaria. Otros en cambio, lograron formarse como fontaneros, electricistas o cerrajeros, dedicando parte de su vida al sector de la construcción. Pero cuando explotó la burbuja perdieron sus empleos y se vieron condenados a incrementar la extensa lista de parados para poder acceder a un mercado laboral cada día más exigente.
Son los hijos de la crisis que ahora pagan la factura de una amarga decisión. Esta situación se agrava considerablemente cuando el desempleado tiene entre  los 45 o 50 años, con familiares a su cargo. Esta persona sí que tiene una difícil reconversión, ya que no hace falta tener mucha imaginación cuando paseamos por la calle poniendo atención a lo que sucede a nuestro alrededor, para darnos cuenta si una persona lo está pasando realmente mal. No tenemos que ser adivinos para intuir los silenciosos gritos de auxilio de muchas personas en su lamentable realidad.
Aunque los políticos de turno se esfuercen en hacernos creer lo contrario, creo que tendremos crisis para rato, porque no supieron aprovechar a su debido tiempo la oportunidad para destruir la podredumbre que creó esta situación, y ahora todo el mundo opina que el gobierno actual está desacreditado para realizar una verdadera reforma laboral. Fueron ellos y su camarilla de palmeros agradecidos quienes hace tiempo condenaron a los trabajadores a la pobreza, amparados por las fuerzas económicas que ejercieron su dominio, cuyo resultado llevó al abandono social de la gente trabajadora sin importarles lo más mínimo dejarlos en la miseria.
Sin embargo la crisis no solo afectó al ladrillo. No podemos olvidar la industria auxiliar que está detrás. Todos los edificios tienen baños, sanitarios, cocinas, instalaciones de gas, de electricidad y demás derivados. Muchas de las empresas que ofrecían estos artículos para la construcción, también se vieron obligados a cerrar las puertas y sus trabajadores, como los demás, viven un auténtico drama para poder subsistir. No obstante, el gobierno, que hoy se mantiene gracias a la debilidad de la oposición, se dedica solo a salvaguardar sus intereses y el de los suyos; ayuda a “blanquear” el dinero de las grandes empresas y fortunas, salvan las ruinosas inversiones de los banqueros y de los concesionarios privados que explotan los peajes de las autopistas y privatizan la sanidad en beneficio de sus amiguetes aunque sea con un coste muy superior al real, mientras muchos ciudadanos inocentes se hunden en la miseria. Y todo es debido a que tenemos la desgracia de vivir en el país europeo que presume de tener el nivel de corrupción muy superior a la media, y más pronto que tarde alguien debería poner remedio a esta situación si queremos progresar.
Para terminar una reflexión: ¿De verdad tiene derecho un partido supuestamente corrupto a dar lecciones de moralidad?


Saludos, Miguel.

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