jueves, 17 de agosto de 2017

TURISMO INCONTROLADO



Somos muchas las personas que creemos que el turismo no puede seguir creciendo de forma descontrolada. Ciertamente, el turismo además de aportar riqueza para algunos, también supone como estamos viendo, un problema ciudadano cuando se realiza de manera abusiva como está sucediendo actualmente. Para evitarlo, según mi opinión, sería necesaria una regulación de los flujos turísticos capaz de equilibrar, proteger y conservar los espacios de explotación vacacional por excelencia.
Somos conscientes que el turismo es necesario, entre otras cosas, porque nos permite ampliar el horizonte de nuestro propio conocimiento, aun sabiendo que debemos cuidar las masificaciones por aquello de la sobreexplotación del territorio. Las ciudades se masifican, las playas se deterioran, y como siempre las autoridades son incapaces de controlar una situación que en ocasiones les supera. Y a todo esto, los ciudadanos que sufren esta plaga, deben pagar con sus impuestos las consecuencias.
Según dice algún que otro político interesado… “al turista hay que darle lo que quiere: que quiere juerga, alcohol, sexo y drogas, pues se les facilita con obscena tolerancia. Que quiere playa, le daremos las mejores. Que quiere emociones, se las permitimos. Que quiere cultura, les dejaremos fotografiar todo lo que quiera sin límites ni obstáculos”.
Según opinan algunos entendidos, el turismo al fin y al cabo es una forma de prostitución de la cultura, porque se adapta a la exigencia del turista sin tener en cuenta su efecto devastador porque arrasa la cultura local; invade espacios públicos, trastorna la economía local y produce una nueva clase social creada por dudosos parásitos del sector dedicados al enriquecimiento propio. Lugares emblemáticos o naturales se convierten sistemáticamente en basureros, y los lugares de culto son transformados en confusos museos pseudo-religiosos, maltratados por interminables columnas de ávidos visitantes.
Quien me conoce sabe que tengo bastante experiencia como viajero, y a lo largo de mi vida he podido observar que el turismo atrae excelentes ingresos económicos que producen cierto desarrollo del comercio local. Sin embargo, este ocasional progreso altera el estilo de vida de la gente particular que se ve superada por los grandes beneficiados que no son otros que las multinacionales que al final son quienes se quedan con la mayor parte de las ganancias.
También tenemos el turismo de borrachera, o para ser más correcto, lo llamaremos “cultura del botellón”. Aquí predominan las actividades generadas por la intensa búsqueda de rentas del capital humano de baja formación. Detrás de este modelo tenemos varios ejemplares de un turismo que promocionan dudosas sociedades dedicadas a la explotación de jóvenes desocupados sin mucho que perder, con infinitas ganas de juerga y poca o ninguna responsabilidad, a los que se les proporciona todo cuanto desean mientras puedan pagarlo. El resultado es el que ya conocemos: la destrucción de bienes públicos y culturales, costas, parajes naturales, y lo que es peor; la propia autoestima de una juventud que es mercadeada por una sociedad embrutecida, envilecida, ignorante y pobre de espíritu, capaz de convertir bellos parajes en cloacas, con el beneplácito de los políticos de turno que sacan buenas tajadas por tener los ojos cerrados y la cartera abierta.
Nos han vendido un modelo de turismo repleto de libertinaje y vicio. Ahora nos preguntamos… ¿quién es capaz de parar esto?


Saludos, Miguel.

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