La utilización del agua de los ríos es
de suma importancia para nuestra sociedad. La industria, la agricultura y cada
uno de nosotros necesitan el agua, como también la necesitarán mañana nuestros
nietos y las generaciones futuras.
Hoy voy escribir sobre un río que
gracias a los políticos, en vez de unir regiones, con sus injustas decisiones
las distancian.
Para empezar quiero recordar que el río Júcar nace en Castilla La Mancha, en la
serranía conquense. Atraviesa una gran extensión de tierra fértil entre las
comarcas de Cuenca y Albacete llamada “La Manchuela” y cruza parte de la provincia
de Albacete antes de entrar en la
Comunidad Valenciana. No obstante, para hablar con propiedad del agua en
Castilla La Mancha, no debemos olvidar al río Tajo, que siendo el más largo de la península transcurre por un
cauce sinuoso, casi seco y contaminado que pierde la mayor parte del agua desde
su misma cabecera, gracias a una obra faraónica que desvía su agua hacia otro
cauce y en otra vertiente, la del río Segura.
El trasvase Tajo-Segura es la
interminable historia de un despropósito que ha arrastrado graves consecuencias
para la población castellano-manchega y en especial para los municipios
rivereños de la cuenca del Tajo. Esta
desproporcionada construcción, fue posible como una consecuencia política de
fuerza y hechos consumados, donde los municipios afectados apenas contaron con
la oposición ciudadana por estar sometidos a un implacable régimen de
dictadura. Desde su puesta en funcionamiento en el año 1.979, Castilla La Mancha ha experimentado las graves consecuencias
del mayor desatino político de la historia de la Comunidad.
La gestión del agua en esta comarca,
tanto del río Júcar como del
trasvase Tajo-Segura, está articulada
por una política partidista que beneficia a unos intereses situados fuera de la
región, y que realmente son quienes controlan las reglas del juego. Esta
situación no hubiera sido posible sin la colaboración concreta de políticas arbitrarias,
sujetas a leyes injustas durante más de treinta años. En el caso que nos
preocupa, nuestra presidenta, la señora “de”
Cospedal García, no ha movido ni un
solo dedo en defensa de los intereses de la Comunidad que supuestamente representa.
Al contrario. Ha dado facilidades a sus camaradas levantinos y murcianos, en
contra de su propia región. Aquí no se trata de enfrentarse a nuestros vecinos;
es cuestión de justicia. No pueden
forzarnos a pasar sed por decreto cuando tenemos agua en abundancia al otro
lado de la calle, como tampoco pretendemos que nuestros vecinos tengan que agradecernos cada
gota de agua que les enviamos. Tan solo queremos que nos garanticen el
abastecimiento del agua a la ciudad de Albacete, sin tener que pagar a la Generalitat
Valenciana unas cantidades abusivas por el agua que nace en nuestra tierra. El
abastecimiento humano debe quedar por delante de los intereses partidistas del
Pp. En la actual Ley de Aguas, los
políticos han establecido que Albacete capital tendrá que pagar vía canon y/o
tarifas, por el agua superficial que utiliza para su propio consumo en tiempos
de sequía, creando así un auténtico despropósito, puesto que las economías
familiares ya están suficientemente explotadas, teniendo más derecho a este agua que los
regantes valencianos, los campos de golf levantinos y murcianos o las centrales eléctricas de Iberdrola.
Si nuestros políticos, como han
demostrado abiertamente, no son capaces
de superar esta situación con verdadera visión de Estado, debemos buscar
una verdadera solución pacífica sin movilizar al pueblo con palabrerío
demagogo, ni culpar al vecino, ni sacando a relucir pasiones regionales. Se
debe buscar una solución con prioridades; consumo humano, industria,
agricultura, y si aún queda agua, para los campos de golf. El procedimiento
sería sentarse y razonar hasta conseguir un gran consenso entre todos:
políticos, sociedad y técnicos. Jamás
por decreto como nos impone el gobierno.
Mientras esto llegue, esperaremos prudentemente
que llegue el día que un gobernante realmente preocupado por los intereses de la
Comunidad Manchega, defienda con tesón el agua de nuestras fuentes, lo mismo
que hacen otras autonomías. Es una cuestión de principios fundamental.
Desde que en Castilla La Mancha gobierna
la señora “de”
Cospedal García, no nos bañamos con el
agua del Júcar; nos bañamos con el agua de nuestras propias lágrimas.
Saludos de un sediento Miguel.
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