domingo, 7 de junio de 2015

FUNDAMENTALISMO


Esta semana dejaré descansar a los políticos hasta que determinen quienes mandarán los próximos años. Ahora estoy interesado en reflexionar desde un punto de vista particular, sobre el fundamentalismo, que a mi modo de ver es el choque entre etnias y religiones. Pero antes de entrar en el tema creo necesario apuntar alguna precisión: por un lado debemos pensar que estamos ante un tema poco conocido para mucha gente, entre los que me incluyo, que nos coloca en una dudosa posición por tratarse de un fenómeno con distintas facetas; religiosas, políticas, sociales y también históricas. Quiero decir que estamos ante un problema de extraordinaria complejidad desde cualquier punto de vista con el que se quiera mirar. Hoy escribiré sobre la manipulación política del tema religioso que es el más delicado por lo poco que tolera.
Empezaré diciendo que todas las religiones han tenido, tienen y tendrán rasgos fundamentalistas más o menos oscuros. Recordemos que el cristianismo también tuvo sus propios períodos de fanatismo religioso-político; la “Santa Inquisición” torturó y quemó en la hoguera a miles de personas con la excusa de luchar contra el demonio al tiempo que eliminaba enemigos políticos. Con esto quiero dejar claro que el salvajismo fundamentalista no solo es patrimonio del Islam.
Como suele ocurrir en estos casos, el fundamentalismo islámico se ha propagado principalmente entre la gente más pobre de la sociedad donde se radica, tales como trabajadores tiranizados, campesinos despropiados, y la juventud desocupada con un porvenir incierto, que deben entender que la pobreza y el retraso económico son debidos, entre otros, por culpa de la dominación extranjera, la explotación capitalista y el sistema impuesto por el comercio internacional, o sea, la globalización. Algo parecido a lo que sentimos actualmente en los países “manipulados” por la crisis financiera.
Sabemos poco sobre el fundamentalismo, algunos justo lo indispensable: que es un movimiento religioso, social y político, basado en la interpretación literal de los textos sagrados y el estricto cumplimiento de sus leyes y normas, que tuvo su origen en la Iglesia Protestante de los Estados Unidos en los primeros años del siglo pasado. Por definición, el fundamentalista cree que el resto del mundo conspira contra él, los suyos y sus ideas, y como en el Corán está escrito que quienes mueren en defensa de su fe, alcanzarán la felicidad eterna, no es de extrañar que cuando un joven islamista cargado de explosivos se lanza sobre un objetivo, está convencido que lo hace porque es la “voluntad de Alá”. O sea, que son gente fácilmente manipulada desde la niñez por poderosos intereses financieros.
Ante esta situación podemos preguntarnos, ¿a quién beneficia el fundamentalismo? Sabemos que la principal fuente de finanzas del fundamentalismo islámico empezó con el tráfico de drogas, ya que la CIA las utilizó como moneda de cambio para pagar la mayoría de las operaciones en las que participa, y ahora con la venta clandestina de petróleo conectada a círculos íntimos de la familia real saudita. ¿Quién puede creer que la poderosa inteligencia estadounidense ayudada por el eficaz Mosad israelí, no se dieran cuenta de la integración en Iraq de una fuerza de más de 70.000 combatientes, que precisan, entre otras, de un importante respaldo financiero, de formación y estructura? Tampoco debemos olvidar que, según se dice, el terrorismo yihadista procede de la red de Al Qaeda, y que su líder, oficial de la CIA, Osama Bin Laden, fue siempre agente de Estados Unidos, amigo personal del clan Bush, y que su sospechosa muerte es aún hoy, un enigma .
Para muchos analistas, es bastante curioso que el fundamentalista Estado Islámico, creado por la CIA y el Pentágono, curiosamente solo luche en países donde hay petróleo o gas, como Iraq, Siria, el Líbano, y otras pequeñas comunidades de etnia chiíta. Cuando menos es sospechoso que hasta hoy no hayan atacado a Israel, y que de esta guerra encubierta, salgan beneficiados Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, Arabia Saudita, Katar, Egipto, Jordania y Turquía que son aliados de EE.UU., Israel, y la Gran Bretaña, que casualmente se cubren las espaldas con la bandera de la OTAN.
De esta forma, tenemos por una parte a los fanáticos fundamentalistas musulmanes convertidos en enemigos de la humanidad, y en el extremo opuesto las fuerzas armadas del gran país que se ha proclamado así mismo defensor del planeta. Con esta delicada situación, el miedo al terrorismo islamista de la ciudadanía imparcial está servido porque existen poderosos y oscuros intereses occidentales pretendiendo aprovechar la situación.
Considerando las circunstancias, no cabe otra cosa que pensar que el fundamentalismo religioso, carece justamente de religión, y que alguien con mucho poder supo crear el problema para después ofrecer soluciones.  


Saludos, Miguel.

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