Esta semana dejaré descansar a los
políticos hasta que determinen quienes mandarán los próximos años. Ahora estoy
interesado en reflexionar desde un punto de vista particular, sobre el
fundamentalismo, que a mi modo de ver es el choque entre etnias y religiones.
Pero antes de entrar en el tema creo necesario apuntar alguna precisión: por un
lado debemos pensar que estamos ante un tema poco conocido para mucha gente,
entre los que me incluyo, que nos coloca en una dudosa posición por tratarse de
un fenómeno con distintas facetas; religiosas, políticas, sociales y también
históricas. Quiero decir que estamos ante un problema de extraordinaria
complejidad desde cualquier punto de vista con el que se quiera mirar. Hoy
escribiré sobre la manipulación política del tema religioso que es el más
delicado por lo poco que tolera.
Empezaré diciendo que todas las
religiones han tenido, tienen y tendrán rasgos fundamentalistas más o menos
oscuros. Recordemos que el cristianismo también tuvo sus propios períodos de
fanatismo religioso-político; la “Santa
Inquisición” torturó y quemó en la hoguera a miles de personas con la excusa de
luchar contra el demonio al tiempo que eliminaba enemigos políticos. Con
esto quiero dejar claro que el salvajismo fundamentalista no solo es patrimonio
del Islam.
Como suele ocurrir en estos casos, el
fundamentalismo islámico se ha propagado principalmente entre la gente más
pobre de la sociedad donde se radica, tales como trabajadores tiranizados,
campesinos despropiados, y la juventud desocupada con un porvenir incierto, que
deben entender que la pobreza y el retraso económico son debidos, entre otros,
por culpa de la dominación extranjera, la explotación capitalista y el sistema
impuesto por el comercio internacional, o sea, la globalización. Algo parecido
a lo que sentimos actualmente en los países “manipulados” por la crisis
financiera.
Sabemos poco sobre el fundamentalismo,
algunos justo lo indispensable: que es
un movimiento religioso, social y político, basado en la interpretación literal
de los textos sagrados y el estricto cumplimiento de sus leyes y normas, que
tuvo su origen en la Iglesia Protestante de los Estados Unidos en los primeros
años del siglo pasado. Por definición, el fundamentalista cree que el resto
del mundo conspira contra él, los suyos y sus ideas, y como en el Corán está
escrito que quienes mueren en defensa de su fe, alcanzarán la felicidad eterna,
no es de extrañar que cuando un joven islamista cargado de explosivos se lanza
sobre un objetivo, está convencido que lo hace porque es la “voluntad
de Alá”. O sea, que son gente fácilmente manipulada desde la niñez por poderosos
intereses financieros.
Ante esta situación podemos
preguntarnos, ¿a quién beneficia el fundamentalismo? Sabemos que la principal
fuente de finanzas del fundamentalismo islámico empezó con el tráfico de
drogas, ya que la CIA las utilizó
como moneda de cambio para pagar la mayoría de las operaciones en las que
participa, y ahora con la venta clandestina de petróleo conectada a círculos
íntimos de la familia real saudita. ¿Quién puede creer que la poderosa
inteligencia estadounidense ayudada por el eficaz Mosad israelí, no se dieran
cuenta de la integración en Iraq de una fuerza de más de 70.000 combatientes,
que precisan, entre otras, de un importante respaldo financiero, de formación y
estructura? Tampoco debemos olvidar que, según se dice, el terrorismo yihadista
procede de la red de Al Qaeda, y que su líder, oficial de la CIA, Osama Bin Laden, fue siempre
agente de Estados Unidos, amigo personal del clan Bush, y que su sospechosa
muerte es aún hoy, un enigma .
Para muchos analistas, es bastante
curioso que el fundamentalista Estado
Islámico, creado por la CIA y el
Pentágono, curiosamente solo luche en países donde hay petróleo o gas, como Iraq,
Siria, el Líbano, y otras pequeñas comunidades de etnia chiíta. Cuando
menos es sospechoso que hasta hoy no hayan atacado a Israel, y que de esta
guerra encubierta, salgan beneficiados Estados
Unidos, Gran Bretaña, Israel, Arabia Saudita, Katar, Egipto, Jordania y Turquía
que son aliados de EE.UU., Israel, y la
Gran Bretaña, que casualmente se cubren las espaldas con la bandera de la OTAN.
De esta forma, tenemos por una parte a
los fanáticos fundamentalistas musulmanes convertidos en enemigos de la humanidad,
y en el extremo opuesto las fuerzas armadas del gran país que se ha proclamado
así mismo defensor del planeta. Con esta delicada situación, el miedo al
terrorismo islamista de la ciudadanía imparcial está servido porque existen
poderosos y oscuros intereses occidentales pretendiendo aprovechar la situación.
Considerando las circunstancias, no cabe
otra cosa que pensar que el fundamentalismo religioso, carece justamente de
religión, y que alguien con mucho poder supo crear el problema para después ofrecer
soluciones.
Saludos, Miguel.
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