jueves, 3 de diciembre de 2015

DE CORRUPCIÓN LE VIENE AL GALGO.




Hace unos días recordé uno de los temas de corrupción más relevantes de la última etapa del franquismo que sucedió allá por el año 1.972, en una ciudad llamada Redondela, provincia de Pontevedra y me puse a curiosear en la red sobre lo que allí sucedió por entonces.
Aquel fue un suceso realmente llamativo porque allí desapareció por “arte de magia” más de 4.000 millones de kilos de aceite de oliva, valorados en más de 200 millones de las antiguas pesetas, un dineral en aquel tiempo. Pero eso no fue todo lo que encontré, según he podido saber, la investigación de la causa parece copiada del peor de los comics de Mortadelo y Filemón; hubo una serie de muertes de personas relacionadas con el caso, incluida la familia del administrador de la empresa, él incluido,  que aparecieron muertos a balazos en su casa de Sevilla, (este señor fue quien denunció el asunto en el juzgado), y otro de los acusados en Vigo. Un asunto realmente feo que involucraba altas personalidades políticas y empresariales de aquel tiempo.
El aceite en cuestión había sido almacenado por la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes con la finalidad de intervenir en el mercado para mantener unas reservas en caso de necesidad y estabilizar los precios cuando el mercado así lo exigiera. El asunto salió a la luz cuando hubo necesidad de trasvasar el aceite, y pudieron comprobar que los depósitos de almacenaje que supuestamente deberían estar llenos,  estaban completamente vacíos y con los precintos instalados en las llaves de vaciado aparentemente intactos.
A pesar que hubo un proceso  supuestamente serio, sólo fueron tres los acusados de los que apenas tenemos noticias. El juez del Tribunal Superior de Justicia encargado del caso, era por aquel entonces el papá de nuestro querido presidente del gobierno, señor Rajoy, el fiscal de la Audiencia de Pontevedra, era don Cándido Conde Pumpido, y uno de los abogados defensores fue don José María Gil Robles. Todos ellos personajes con “ilustres” apellidos. De los imputados solo sabemos que siete de ellos murieron en extrañas circunstancias y que al parecer, la investigación policial no obtuvo ningún resultado fiable. Al parecer, unos se suicidaron; otro, según consta en los informes, resbaló con una pastilla de jabón en las duchas de la cárcel y se rompió la cabeza contra el suelo, aunque según comentaron algunos testigos, lo encontraron completamente seco y vestido, otros fueron tiroteados, alguno de ellos acuchillado... Bueno, todos no murieron; el mayor sospechoso de ser el celebro de la banda, Nicolás Franco Bahamonde, alias “el hermanísimo”, murió plácidamente en su cama cinco años después, sin haber llegado siquiera a declarar por decisión del juez Rajoy Sobredo.
Según las noticias relacionadas con el caso que no tengo porqué menospreciar, entre los que se encuentra una página digital llamada “Publicocospia”, da suficientes referencias de conocer el tema, y que cualquier interesado puede tener acceso en la red, el caso terminó como había empezado; sin demasiadas complicaciones y sin apenas culpables. Según se puede deducir, jamás se investigaron a fondo las muertes de los testigos ni de los sospechosos implicados, ni de la misteriosa desaparición de los 5.000 folios que componían el sumario, y que estaban celosamente depositados en la Audiencia Provincial de Pontevedra, como tampoco nunca jamás se descubrió dónde fueron a parar los 4.000 millones de kilos de aceite de oliva robados, que eran propiedad del Estado Español.
Ahora, después de los años que han pasado, dicen las “malas lenguas” que cuando se silenció el caso, los cuatro hijos del Presidente de aquel tribunal, el papá de nuestro querido Presidente del Gobierno, señor Rajoy, tal vez, debido a sus excepcionales valías intelectuales y académicas, lograron alcanzar una meteórica carrera, siendo los estudiantes más jóvenes en obtener plaza en los difíciles y prestigiosos escalafones de la Administración del Estado.
¡Hay que ver lo mal pensada que es la gente!

Saludos, Miguel.


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