No puede ser igual ver en el Congreso de
los Diputados a una parlamentaria alimentando orgullosa a su bebé en su regazo,
que a un presunto delincuente con acta de diputado tratando de pasar
desapercibido escondido detrás de una columna. Tampoco es lo mismo ver en el mismo
lugar a un joven licenciado en ingeniería química, como nuevo diputado de
Podemos, sin corbata y con rastas que a un representante del Pp. con chaqueta,
corbata, pelo engominado, y procesado por corrupción. Me pregunto… quién chupará más de la teta, ¿el bebé de la diputada de
Podemos, o algunos de los diputados del Pp. presentes en el acto?
Algunos amigos me preguntan qué podemos
esperar de unos señores que al parecer iniciaron su andadura en un país como Venezuela.
Como es lógico yo desconozco la respuesta, pero no creo que sean peores que
aquellos que las hicieron aquí, en España… en academias franquistas. La única
diferencia que podemos observar entre ambos a simple vista, puede ser en que
unos pueden llevar el pelo recogido con rastas o coletas, y los otros con
gomina, traje, corbata, y zapatos de marca italiana. Según dicen las malas
lenguas, unos nos han robado cuanto han podido, y los otros aún no han tenido ocasión
de hacerlo. ¿Habrá servido para algo
colocar gente nueva en el parlamento? Es cuestión de tiempo.
Hay asuntos que en cualquier país
medianamente civilizado pasarían completamente desapercibidos. En España no.
Aquí no se habla de la llegada de políticos al Congreso en coches oficiales acompañados
por sus secretarios y custodiados por unos guardaculos pagados por los contribuyentes,
que entraban por la misma puerta por donde pasaban otros políticos que llegaban
en bicicleta con su mochila a la espalda como único acompañante. Tampoco se habla de la cara de repugnancia
que ponían muchas “personalidades” conocidas, al ver entrar al hemiciclo a los
nuevos políticos, como nada se dice de los individuos que ocupaban la bancada
azul, que están siendo investigados por asuntos relacionados con la corrupción,
o sea; por llevarse parte de nuestros impuestos. De eso ningún medio de
comunicación habla.
También resultó patético ver a los
periodistas españoles más pendientes del bebé de Bescansa, que de los políticos
imputados por presuntas corruptelas, acomodados en sus escaños. De vergüenza. Claro
que esto tampoco es ninguna novedad, puesto que ya estamos acostumbrados a
nuestros medios de comunicación que, según las lenguas viperinas, son el legado
más podrido del régimen corrupto que ha habido en nuestro país.
A propósito: ¿alguien entendió el mensaje que
quiso transmitir la diputada de Podemos llevando su bebé al trabajo?
Saludos, Miguel.
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