viernes, 14 de septiembre de 2012

PREVENTORIOS


 
 

He de confesar mi ignorancia. Pensaba que a estas alturas ya estaría todo visto, dicho, o escrito en lo referente a la dictadura franquista, y… ¡tremendo error! Después de ver y oír los relatos de unas testigos que padecieron en sus carnes las despreciables ofensas que después de tantos años confiesan haber soportado, comprendo entre otras cosas, que los amantes de la dictadura hayan unido sus fuerzas para despellejar en vida al juez  Garzón por investigar asuntos como este, con la creencia que de esa forma enterrarían para siempre la llamada Memoria Histórica y la intención de encubrir las aberraciones que cometieron durante sus muchos años de mandato.

Esto viene  por lo que a continuación os quiero contar.

Resulta que desde el año 1.945 al año 1.975, existieron en España unas instituciones llamadas Preventorios Infantiles, creadas por el franquismo para destruir la personalidad, lavar el cerebro y meter miedo a criaturas de entre 4 a 14 años de edad, hijas de republicanos y no adictos al régimen. Estas entidades se fundaron dentro de un plan general para exterminar y destruir moralmente a la población republicana con la intención de lograr una futura población disciplinada y obediente. Según cuentan las testigos que sobrevivieron al escarnio, eran auténticos campos de concentración al más puro estilo nazi. Allí se practicaba una crueldad tan feroz con las niñas que después de los años transcurridos, muchas de ellas aún conservan terribles secuelas que todavía necesitan tratamientos psicológicos. Al igual que en el caso de los niños robados, también aquí han desaparecido los archivos.

En esos años de influencia fascista, hubo varios preventorios repartidos por toda nuestra geografía, sin embargo me voy a detener en el  Preventorio del Doctor Murillo situado en la sierra de Madrid, exactamente en Guadarrama. Se suponía que era un establecimiento creado para prevenir enfermedades contagiosas como la tuberculosis, sin embargo su situación en plena naturaleza, y aislada del resto del mudo, encubría una fortaleza, o mejor dicho, un gheto al más puro estilo nazi, la mayoría de las niñas eran huérfanas, hijas de madres solteras o familias republicanas desfavorecidas, seleccionadas por la Sección Femenina de la Falange, que gestionaban estos centros, aunque también las había de otras clases sociales. Las niñas eran diferenciadas por la obligación de llevar diademas de varios colores que correspondían a los colores de los dormitorios comunales: padres republicanos, habitación y diadema de un color; familias pobres, familias con algún miembro tuberculoso, falangistas, etc. Como no podía ser menos, el trato tampoco era el mismo para todos, iba en correspondencia con la clase social a la que pertenecían. Según algunas sobrevivientes de este gheto, hijas de familias pobres y con antecedentes republicanos o tuberculosos, fueron objeto de profundos experimentos médicos y farmacológicos, pero ahí no queda todo; las palizas y humillaciones eran constantes, las torturas físicas estaban a la orden del día, y de las psíquicas aún les quedan secuelas. El correo era censurado, estaba prohibido correr, saltar y hacer preguntas. Las alimentaban con legumbres agusanadas, sémola y leche en polvo. Aquellas que vomitaban eran forzadas a comerse su propio vómito, las que se meaban en la cama las quemaban el culito con una cerilla y si lloraban las sacaban desnudas al patio en pleno invierno, a otra un cura le reventó el tímpano del oído derecho de una bofetada... 

Hay muchísimas más aberraciones por el estilo que podéis mirar en Internet, pero ya no quiero seguir, sólo con pensar en el trato inhumano que dieron a esas pequeñas criaturas traumatizadas, se me revuelven las tripas, y saber que la mayoría de sus verdugos aún están vivos… sinceramente me repugna.

A modo de relajación y como desahogo, os quiero ofrecer una corta reflexión: Pocas cosas pueden entristecer más que el llanto profundo de un niño.

Hasta la próxima os saluda, Miguel 

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