He de confesar mi ignorancia. Pensaba
que a estas alturas ya estaría todo visto, dicho, o escrito en lo referente a
la dictadura franquista, y… ¡tremendo error! Después de ver y oír los relatos de
unas testigos que padecieron en sus carnes las despreciables ofensas que después de
tantos años confiesan haber soportado, comprendo entre otras cosas, que los
amantes de la dictadura hayan unido sus fuerzas para despellejar en vida al
juez Garzón por investigar asuntos como
este, con la creencia que de esa forma enterrarían para siempre la llamada Memoria Histórica y la intención de encubrir las aberraciones
que cometieron durante sus muchos años de mandato.
Esto viene por lo que a continuación os quiero contar.
Resulta que desde el año 1.945 al año
1.975, existieron en España unas instituciones llamadas Preventorios Infantiles, creadas por el franquismo para destruir la
personalidad, lavar el cerebro y meter miedo a criaturas de entre 4 a 14 años
de edad, hijas de republicanos y no adictos al régimen. Estas entidades se
fundaron dentro de un plan general para exterminar y destruir moralmente a la
población republicana con la intención de lograr una futura población
disciplinada y obediente. Según cuentan las testigos que sobrevivieron al
escarnio, eran auténticos campos de concentración al más puro estilo nazi. Allí
se practicaba una crueldad tan feroz con las niñas que después de los años
transcurridos, muchas de ellas aún conservan terribles secuelas que todavía
necesitan tratamientos psicológicos. Al igual que en el caso de los niños robados,
también aquí han desaparecido los archivos.
En esos años de influencia fascista, hubo
varios preventorios repartidos por toda nuestra geografía, sin embargo me voy a
detener en el Preventorio del Doctor Murillo situado en la sierra de Madrid,
exactamente en Guadarrama. Se suponía que era un establecimiento creado para prevenir
enfermedades contagiosas como la tuberculosis, sin embargo su situación en plena
naturaleza, y aislada del resto del mudo, encubría una fortaleza, o mejor
dicho, un gheto al más puro estilo nazi, la mayoría de las niñas eran huérfanas, hijas de madres solteras o familias republicanas desfavorecidas, seleccionadas por la Sección Femenina de la Falange, que gestionaban estos centros,
aunque también las había de otras clases sociales. Las niñas eran
diferenciadas por la obligación de llevar diademas de varios colores que correspondían
a los colores de los dormitorios comunales: padres republicanos, habitación y
diadema de un color; familias pobres, familias con algún miembro tuberculoso,
falangistas, etc. Como no podía ser menos, el trato tampoco era el mismo para todos,
iba en correspondencia con la clase social a la que pertenecían. Según algunas
sobrevivientes de este gheto, hijas de familias pobres y con antecedentes
republicanos o tuberculosos, fueron objeto de profundos experimentos médicos y
farmacológicos, pero ahí no queda todo; las palizas y humillaciones eran
constantes, las torturas físicas estaban a la orden del día, y de las psíquicas
aún les quedan secuelas. El correo era censurado, estaba prohibido correr, saltar y hacer preguntas. Las alimentaban con legumbres agusanadas, sémola y leche en
polvo. Aquellas que vomitaban eran forzadas a comerse su propio vómito, las que
se meaban en la cama las quemaban el culito con una cerilla y si lloraban las
sacaban desnudas al patio en pleno invierno, a otra un cura le reventó el tímpano del oído derecho de una bofetada...
Hay muchísimas más aberraciones por el
estilo que podéis mirar en Internet, pero ya no quiero seguir, sólo con pensar en
el trato inhumano que dieron a esas pequeñas criaturas traumatizadas, se me revuelven las tripas, y
saber que la mayoría de sus verdugos aún están vivos… sinceramente me repugna.
A modo de relajación y como desahogo, os
quiero ofrecer una corta reflexión: Pocas cosas pueden entristecer más que el
llanto profundo de un niño.
Hasta la próxima os saluda, Miguel
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