domingo, 12 de agosto de 2012

EL FALSO IMPERIO DE LA ABEJA



         Hoy quiero dejar que los políticos descansen, que bien merecido lo tienen. En este momento me gustaría escribir sobre un conocidísimo y farsante empresario que tuvo la cualidad de resultarme repelente desde el primer día que lo conocí, y es lo que a continuación voy a hacer.

         La primera vez que oí hablar de él y de su “holding”, ya me cayó mal el tipejo, como después me sucedería con el no menos famoso “Fórum Filatélico”. No creo tener un don especial para detectar esta clase de operaciones fraudulentas, si bien es cierto que me huelo un fraude mucho antes que se produzca por muy extraño que parezca. Bueno, la cuestión es que el señor Ruiz Mateos ha sido, es y será un elemento de cuidado por mucho que se le llene la boca de religión, por muchos golpes de pecho que se dé y muchas misas que oiga, jamás se arrepentirá de sus actos. Con bobadas dignas del peor payaso de feria, logró ganarse la confianza de muchos y distraer la atención de los jueces que fueron demasiado benevolentes con él gracias a la inestimable colaboración del Opus.

Recordaremos que la empresa de la abeja, o sea Rumasa, fundada por Ruiz Mateos S.A. en el año 1.961, llegó a poseer en sus mejores tiempos de 8 bancos, 59 filiales asociadas, hoteles, bodegas y muchas otras empresas. Según las fuentes consultadas, tenía empleadas más de 60.000 personas. En el año 1.089, Rumasa era el primer grupo empresarial de España compuesto por 700 empresas. (Más tarde  descubrirían que tan solo 250 estaban operativas y con serios problemas financieros). En febrero de 1.983, el gobierno de Felipe González, recientemente llegado la Moncloa, decidió expropiarlo alegando para ello “motivos de utilidad pública e interés social”. El Tribunal Constitucional se pronunció hasta cinco veces a favor de la decisión del ejecutivo pese a la durísima oposición de los conservadores y sin la bendición de la iglesia. Tras la expropiación se descubriría la existencia de una caja B con más de 111.000 millones de las antiguas pesetas, y una deuda fiscal de 20.000 millones de pesetas. El imperio Rumasa cayó porque se trataba de una estafa al Estado Español, porque todo, incluidos sus números era falso.

Desde que fue expropiado, este hombre se convirtió en una persona arisca, actuando siempre a la defensiva. Huyó de España y se autoexilió durante un año cerca del lugar donde anteriormente había llevado el dinero escamoteado aquí, se marchó a Londres. Al no compadecer a ningún juicio, fue declarado en rebeldía y se convirtió en un perseguido por la justicia. Finalmente fue a la cárcel acusado de falsedad en documento mercantil, fraude, evasión de divisas y apropiación indebida. Pero este “buen señor” abandonó la cárcel pocos meses después, al pagar una fianza negociada de 300 millones de pesetas. Como en nuestro querido país, los delitos monetarios nunca estuvieron debidamente penados, y la justicia se mueve por chocantes impulsos místicos tocados de diferente colorido, la Audiencia Nacional le absolvió de los delitos de estafa y falsedad. Después sería el Tribunal Supremo quien le absolvería de todos los cargos. (Las malas lenguas dicen que juró “tirar de la manta” y contar asuntos turbios relacionados con el Opus si no le libraban de la cárcel. Aunque parezca extraño, poco después lo soltaron).

Como la ruina total para esta clase de personas no existe, cuando pudo volvió a las andadas, creando lo que parecía ser otro holding: “Nueva Rumasa”. Aunque nunca llegaría a ser un “Gran Emporio”, esta sociedad llegaría a disponer de un enjambre empresarial formado por más de 110 empresas. Hasta aquí todo estaría normal incluso sería cuestión de glorificar a su hacedor si no fuera porque todas ellas en conjunto componían una enorme estafa; esta sociedad no había instalado una empresa central que dispusiera al menos de un informe financiero en el Registro Mercantil, únicamente facilitaba la memoria anual sin el acompañamiento del debido informe financiero. Según he podido comprobar, en ninguna de las empresas aparecía su nombre ni los de sus hijos como propietarios, y las sedes sociales no existían en el lugar donde se suponía que debían estar, todo era ficticio, se trataba de una trama bien argumentada, creada únicamente con fines lucrativos.

Pese a lo que se pueda decir, Ruiz Mateos nunca creó un puesto de trabajo. Con el dinero conseguido a través de complicados arreglos financieros, compraba empresas ya existentes con problemas económicos y las reflotaba a base de jugar con letras y pagarés, por lo que tenía atrapados incluso a los proveedores. Este “santo señor”, que si va al cielo será un milagro, en compañía de su clan familiar, se han dedicado durante toda su vida a engañar descaradamente a quienes confiaron en él, es un lobo con piel de cordero que aparenta una humildad que él mismo desconoce: es todo teatro.

Ahora tenemos un desfile de más de 5.000 ahorradores paseando sus miserias por los tribunales, sin embargo no son todos porque la mayor parte del capital invertido en sus bonos milagrosos procedían de cobros en efectivo, dinero no declarado, y como la avaricia ni la estupidez humana tiene límites, creyeron que la familia Ruiz Mateos regalaba duros a peseta, y como por entonces el ladrillo empezaba a flaquear, pensaron en arriesgar unos “ahorrillos” por si acaso el asunto saliera bien, y así les pasó.

Hay personas que nunca aprenderán, pero no me dan pena.

Que se jodan.



Como final añadiré una reflexión:

El día que plantemos cara a la corrupción sin fijarnos en su religión ni en su color político, posiblemente seamos capaces de acabar con ella.

Saludos para todos de Miguel

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