Hoy quiero dejar que los políticos
descansen, que bien merecido lo tienen.
En este momento me gustaría escribir sobre un conocidísimo y farsante
empresario que tuvo la cualidad de resultarme repelente desde el primer día que
lo conocí, y es lo que a continuación voy a hacer.
La primera vez que oí hablar de él y de
su “holding”, ya me cayó mal el
tipejo, como después me sucedería con el no menos famoso “Fórum Filatélico”. No
creo tener un don especial para detectar esta clase de operaciones fraudulentas,
si bien es cierto que me huelo un fraude mucho antes que se produzca por muy
extraño que parezca. Bueno, la cuestión es que el señor Ruiz Mateos ha sido, es
y será un elemento de cuidado por mucho que se le llene la boca de religión, por
muchos golpes de pecho que se dé y muchas misas que oiga, jamás se arrepentirá
de sus actos. Con bobadas dignas del peor payaso de feria, logró ganarse la
confianza de muchos y distraer la atención de los jueces que fueron demasiado
benevolentes con él gracias a la inestimable colaboración del Opus.
Recordaremos que la empresa de la abeja,
o sea Rumasa, fundada por Ruiz Mateos S.A. en el año 1.961, llegó a poseer en
sus mejores tiempos de 8 bancos, 59 filiales asociadas, hoteles, bodegas y muchas
otras empresas. Según las fuentes consultadas, tenía empleadas más de 60.000
personas. En el año 1.089, Rumasa era el primer grupo empresarial de España
compuesto por 700 empresas. (Más tarde
descubrirían que tan solo 250 estaban operativas y con serios problemas
financieros). En febrero de
1.983, el gobierno de Felipe González, recientemente llegado la Moncloa, decidió
expropiarlo alegando para ello “motivos de utilidad pública e interés social”.
El Tribunal Constitucional se pronunció hasta cinco veces a favor de la
decisión del ejecutivo pese a la durísima oposición de los conservadores y sin
la bendición de la iglesia. Tras la expropiación se descubriría la existencia
de una caja B con más de 111.000
millones de las antiguas pesetas, y una deuda fiscal de 20.000 millones de
pesetas. El imperio Rumasa cayó porque se trataba de una estafa al Estado
Español, porque todo, incluidos sus números era falso.
Desde que fue expropiado, este hombre se
convirtió en una persona arisca, actuando siempre a la defensiva. Huyó de
España y se autoexilió durante un año cerca del lugar donde anteriormente había
llevado el dinero escamoteado aquí, se marchó a Londres. Al no compadecer a
ningún juicio, fue declarado en rebeldía y se convirtió en un perseguido por la
justicia. Finalmente fue a la cárcel acusado de falsedad en documento
mercantil, fraude, evasión de divisas y apropiación indebida. Pero este “buen señor” abandonó la cárcel pocos
meses después, al pagar una fianza
negociada de 300 millones de pesetas. Como en nuestro querido país, los
delitos monetarios nunca estuvieron debidamente penados, y la justicia se mueve por chocantes impulsos místicos tocados de
diferente colorido, la Audiencia Nacional le absolvió de los delitos de
estafa y falsedad. Después sería el Tribunal Supremo quien le absolvería de
todos los cargos. (Las malas lenguas
dicen que juró “tirar de la manta” y
contar asuntos turbios relacionados con el Opus si no le libraban de la cárcel.
Aunque parezca extraño, poco después lo soltaron).
Como la ruina total para esta clase de
personas no existe, cuando pudo volvió a las andadas, creando lo que parecía
ser otro holding: “Nueva Rumasa”. Aunque nunca llegaría a ser un
“Gran Emporio”, esta sociedad
llegaría a disponer de un enjambre
empresarial formado por más de 110 empresas. Hasta aquí todo estaría normal
incluso sería cuestión de glorificar a su hacedor si no fuera porque todas
ellas en conjunto componían una enorme estafa; esta sociedad no había
instalado una empresa central que dispusiera al menos de un informe financiero
en el Registro Mercantil, únicamente facilitaba la memoria anual sin el acompañamiento
del debido informe financiero. Según he podido comprobar, en ninguna de las
empresas aparecía su nombre ni los de sus hijos como propietarios, y las sedes
sociales no existían en el lugar donde se suponía que debían estar, todo era
ficticio, se trataba de una trama bien argumentada, creada únicamente con fines
lucrativos.
Pese a lo que se pueda decir, Ruiz
Mateos nunca creó un puesto de trabajo. Con el dinero conseguido a través de complicados
arreglos financieros, compraba empresas ya existentes con problemas económicos
y las reflotaba a base de jugar con letras y pagarés, por lo que tenía
atrapados incluso a los proveedores. Este
“santo señor”, que si va al cielo
será un milagro, en compañía de su clan familiar, se han dedicado durante
toda su vida a engañar descaradamente a quienes confiaron en él, es un lobo con
piel de cordero que aparenta una humildad que él mismo desconoce: es
todo teatro.
Ahora tenemos un desfile de más de 5.000
ahorradores paseando sus miserias por los tribunales, sin embargo no son todos
porque la mayor parte del capital invertido en sus bonos milagrosos procedían de cobros en efectivo, dinero no
declarado, y como la avaricia ni la estupidez humana tiene límites, creyeron que
la familia Ruiz Mateos regalaba duros a peseta, y como por entonces el ladrillo
empezaba a flaquear, pensaron en arriesgar unos “ahorrillos” por si acaso el asunto saliera bien, y así les pasó.
Hay personas que nunca aprenderán, pero
no me dan pena.
Que se jodan.
Como final añadiré una reflexión:
El
día que plantemos cara a la corrupción sin fijarnos en su religión ni en su color
político, posiblemente seamos capaces de acabar con ella.
Saludos para todos de Miguel
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