En
España suceden demasiadas cosas raras porque hay demasiados cargos elegidos por decisiones
políticas o por amiguismo, sin importar
demasiado el perfil ni la experiencia del individuo respecto al puesto que va a ocupar, y esto casi siempre deriva
en la más absoluta incompetencia.
Desde
que se instaló el primer tren de alta velocidad, el conocido y costosísimo AVE,
todos los políticos, TODOS, querían tener el suyo propio. No para que los
ciudadanos se beneficiaran de los placeres de la era moderna, sino porque
serían ellos quienes se embolsaran las comisiones. Hablamos de muchos millones
de euros. En cambio otros, como doña Esperanza Aguirre, puso en juego su
poderío para que parte del trayecto ferroviario del AVE Madrid-Barcelona, pasara por
unos terrenos desérticos pertenecientes a su familia. Este suceso repleto de
polémicas en su día, al poco tiempo se disolvió como por ensalmo y nadie volvió
a hablar del caso a pesar que hubo muchos fracasos durante su construcción
debido a la inestabilidad del propio terreno. Ante este contratiempo, en vez de
desviar el trazado por una zona más firme y segura pero no del mismo dueño,
posiblemente alguna “lumbrera”
política con influencia y cercana a los interesados, a sabiendas que el dinero era de los contribuyentes,
decidió ampliar el presupuesto unos milloncejos más para poder cegar las enormes simas conforme se
abrían, empleando para ello miles de metros cúbicos de piedra y hormigón para
tapar los agujeros conforme se abrían. Esto sucedió porque la calificación de
esos terrenos había sido sobrevalorada y no había posibilidad de volver atrás.
Por
este motivo, la estación de Guadalajara la hicieron a unos 10 kilómetros de la
capital, en un páramo desértico, no muy lejano de un pequeño pueblo de unos 300
habitantes llamado Yebes, que de la noche a la mañana vio levantarse decenas de
urbanizaciones en las inmediaciones de la estación. Como no podía ser de otro modo,
el promotor de las mismas, dueño y señor de los terrenos revalorizados, no podía
ser otro que el marido de doña Esperanza. Al día de hoy aquello que pretendía
ser un próspero complejo urbanístico, al día de hoy, continúa siendo un paraje
yermo, con un conjunto de edificios a medio levantar, y los ya construidos
repletos de letreros señalando que se venden o se alquilan, pero el “pelotazo” ya no tiene solución. Esta
estación llamada “Valdeluz”, aunque pasan once trenes AVE al día, según Adif,
es la segunda menos utilizada de España, incluso
el propio edificio de hormigón que alberga la estación propiamente dicha, está agrietado
de arriba abajo, debido a la inestabilidad del terreno. (La primera se encuentra en un pueblecito de Huesca
llamado Tardiente).
Convendría
responder como se merece, a la insaciable ambición de nuestros cargos públicos.
Por su manifiesta incompetencia, España cuenta con siete estaciones “fantasma”.
Por
estos y parecidos motivos los ciudadanos españoles sentimos auténtica
vergüenza.
Saludos
Miguel
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