miércoles, 28 de agosto de 2013

¿GIBRALTAR ESPAÑOL?


Estos días se habla mucho sobre Gibraltar, y tal vez se especula demasiado. A nadie agrada lo que allí está sucediendo; bueno todos no, más de uno se alegrará: los miembros del Pp estarán satisfechos porque mientras los medios gastan tinta y entrevistan a tertulianos entendidos en todos los temas habidos y por haber cobrando extras por su “inestimable” participación, no hablan del desempleo; de la corrupción oculta de ese partido, del chantaje de Bárcenas al gobierno, del caso Noos que mantiene en vela a una Casa Real en baja, de la venta de hospitales a sociedades privadas, de los brutales recortes en sanidad, educación, investigaciones científicas, etc.
Hoy me apetece escribir sobre lo que realmente pienso de Gibraltar y su gente, que aunque dicen ser ingleses, han nacido en la península ibérica, llevan apellidos españoles y hablan el castellano tan bien como cualquier gaditano.
Está claro que Gibraltar, hoy  en día, no es el mismo que aquel poderoso Imperio Británico obtuvo hace 300 años, (que por cierto este año se conmemora): el territorio ocupado actualmente es mucho más grande del que fue en 1.713. El espacio “cedido” a la fuerza por el Tratado de Utrecht, únicamente hace referencia al Peñón, ni un metro más. Según todos los indicios, todo lo demás fue robado a España por la indiferencia política de sus gobiernos o debido a cambalaches cicateros. De todas formas el Tratado tampoco aclara nada sobre las aguas jurisdiccionales en disputa, así como el istmo que lo une con la península nunca jamás les fue cedido por España: fue usurpado gradualmente por los ingleses que han incumplido reiteradamente no solo la legalidad, sino sus propios compromisos.
 Según dice la historia la cosa empezó en el año 1.815, que con motivo de una epidemia de fiebre amarilla, las autoridades gibraltareñas mandaron construir unos barracones de madera en las afueras de sus murallas, con el fin de establecer un campamento médico temporal en terreno neutral. Aprovechando la solidaridad del gobierno Español, montaron al mismo tiempo una edificación para la guardia y una línea de garitas para los centinelas. Cuando pasó el peligro no se movieron del espacio invadido, haciendo “oídos sordos” cuando las autoridades españolas les sugirieron que regresaran a su zona. Unos años después, en 1.854, una nueva epidemia provocó la instalación de otro campamento de salud, adentrándose aún más hacia España. Terminada la enfermedad, Gibraltar no demolió las edificaciones ni desocupó el terreno.  Más tarde, en 1.938, estando España enfrascada en su guerra civil, sustrajeron más terreno para construir el primer aeropuerto. En 1.941, violaron nuevamente el Tratado entrando con la ampliación del mismo en aguas de la bahía de Algeciras, que nunca fueron  suyas, tan solo pueden utilizar estas las aguas como servidumbre para entrar y salir del Peñón. ¡Nada más!
En el Tratado de Utrecht, en algunos aspectos es bastante ambiguo y no define con claridad los límites legales de  aguas territoriales de la bahía, por lo tanto los gibraltareños no tienen argumentos legales ni razón para apropiarse de ellas y es por eso que cometen sus fechorías con alevosía, y el descaro que practican con tanta frecuencia, aprovechándose de la situación porque les protegen sus patronos.
 A todo esto, los “llanitos” utilizan gratuitamente las autovías españolas pagadas con nuestro dinero, para ir y volver diariamente a sus casas asentadas en territorio español; recuren gratis a nuestros  servicios sanitarios, se benefician de las aguas territoriales españolas para agrandar su territorio y ahora pretenden apoderarse de la bahía para construir un mastodóntico complejo turístico, dejando sin el caladero de invierno a los pescadores españoles. ¿Es que hasta ahora nadie vio las obras de los espigones en la bahía?
Hay que decir que los gibraltareños son unos parásitos oportunistas que viven a consta de España y de los españoles, en otros tiempos se les cerraba la verja y pedían árnica, ahora creo que eso no se puede hacer, sin embargo se puede continuar con los controles aduaneros hasta el infinito, retirarles las licencias de telefonía, sombrear su canal de televisión, desmontar la parte del aeropuereto que les regaló el inútil de Zapatero por simpatía, etc. La cuestión es tomar alguna resolución para que esta gentuza deje de tocarnos las pelotas de una puñetera vez.
Está claro que el Estado Español no puede competir con los hijos de la Gran Bretaña, que siempre fueron unos individuos sin escrúpulos y de baja moral, unos clasistas llenos de presunción que atropellan a los débiles debido al potencial bélico de su ejército y su flota naval. No quieren reconocer que viven aún de las reliquias del pasado que niega toda lógica de la historia y piensan en un Imperio Británico que hace tiempo dejó de existir. Y esto sucede porque, entre otras, llevan en sus genes el saqueo, el contrabando y la piratería: adueñarse de todo cuanto les interesa es su lema, y lo explotan sin contemplaciones hasta exprimir el último recurso. (Si alguien lo pone en duda que lea su historial o que visite las minas de Riotinto en Huelva).
Gibraltar para los políticos es un tema de relaciones diplomáticas bilaterales: para los demás españoles una molestia, algo así como un granito de arena dentro de un preservativo. Cuando menos es inquietante.
Os saluda,  Miguel.


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